Quinto Mandamiento
EL QUINTO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:
NO MATARÁS .
Este
mandamiento ordena no hacer daño a la propia vida o a la de otros con palabras,
obras o deseos (odio); es decir, querer bien a todos y perdonar a nuestros
enemigos.
El desear
la muerte a sí mismo o a otro, es pecado grave, si se hace por odio o
desesperación rebelde . El odio es incapaz de liberar a nadie. El odio sólo
sirve para fomentar el odio, y en la historia humana nadie ha conseguido ser
libre gracias al odio. El odio nunca está justificado para un cristiano .
Las riñas
, los insultos, las injurias, etc., pueden, a veces, llegar a ser pecado grave
si se desea en serio un mal grave a otro, si se falta gravemente a la caridad,
y si son la exteriorización del odio.
Pero de
ordinario no lo son, ya sea por inadvertencia, ya porque no se les dé
importancia, etc.
Cuando
dos riñen, de ordinario cada uno tiene la mitad de la razón y la mitad de la
culpa; pero cada cual mira la parte que él tiene de razón y la que el otro
tiene de culpa. Por eso no se ponen de acuerdo.
Las riñas
empiezan generalmente por pequeñeces, pero con el calor de la discusión se van
desorbitando hasta terminar en enemistades profundas..., y, a veces, en
crímenes.
Lo mejor
en las riñas es cortarlas desde el principio sin permitir que adquieran grandes
proporciones. Y si uno se encuentra de mal humor, seguir el consejo de aquel
inglés que contaba hasta diez antes de contestar. Con calma y con sensatez se
evitarían muchas riñas nacidas generalmente por pequeñeces.
Si estás
airado, calla. Aunque tengas tú la razón. Dirás más de lo que quisieras, y
luego te pesará.
Nunca te
arrepentirás de haber callado. En cambio, cuántas veces quisieras poder sujetar
las palabras que lanzaste a volar! Y esto ya no es posible.
Un
diálogo sincero es difícil. Hay que aprender a dialogar. Hay que saber
descubrir la parte de verdad que hay en el punto de vista del otro. Ponerse en
equilibrio no es buscar el término medio, sino buscar la verdad completa que
puede surgir de lo que aporta cada parte.
Quitar la Vida justamente
Al
prójimo se le puede matar en tres casos:
1) En la
guerra justa.
La guerra
no puede ser nunca un medio normal para la solución de conflictos. «Todo
ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las
guerras»(710).
Según los
moralistas, para que la guerra se justa se deben cumplir varias condiciones: a)
Imposibilidad de solución pacífica. b) Causa justa, como sería legítima defensa,
mientras no haya una autoridad supranacional competente y eficaz. c) Que la
decisión sea tomada por la autoridad legítima a quien corresponde velar por el
bien común de la nación. d) Intención recta buscando la justicia y no la
venganza.
e) Que
sean superiores los bienes que se van a conseguir a los males que se pueden
producir
Una cosa
es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia, y otra muy distinta
querer someter a otras naciones .
Buscar la
guerra es absurdo. Pero rehuirla por principio puede ser cobardía ante la
injusticia. El creyente obra con rectitud mientras luche por implantar la
justicia en el mundo. La paz es el ideal del hombre: pero esta paz debe ser
obra de la justicia. Un pacifismo conformista con la injusticia no es
cristiano. El buen cristiano no puede desinteresarse del bien común de la
sociedad.
Existe la
obligación moral de desobedecer aquellas decisiones que ordenan genocidios .
2) En
defensa propia se puede matar cuando alguien quiere matarnos injustamente, o
hacernos un daño muy grave en nuestros bienes, equivalente a la vida; si no hay
otro modo eficaz de defenderse.
No es
necesario esperar a que él nos ataque. Basta que nos conste que él tiene un
propósito decidido de matarnos, y sólo está esperando el momento oportuno para
hacerlo; y no hay otro modo de salvar la vida que adelantarse y atacar
primero(715).
Esto en
el terreno moral, independientemente de la ley civil.
Lo que se
permite en defensa propia se autoriza igualmente en pro del prójimo
injustamente atacado.
La
caridad fraterna puede obligar a esto, pero no a exponer la propia vida, a no
ser que se trate de parientes cercanos o esté uno obligado por contrato
(guardias, policías) .
3) La
Autoridad Pública puede matar al criminal para defender a los demás. Dice la
Biblia: «Aquel que derrame sangre de hombre, debe morir»(716). «El que mata a
otro voluntariamente sea castigado con la muerte»(717). Salvador de Madariaga ,
conocido intelectual que murió a los 92 años en Lugano, Suiza, escritor
internacional y ministro de la República en 1934, dice: «La pena de muerte no
será necesaria el día que la supriman primero los asesinos»(718).
El Aborto
Es un pecado grave contra este
mandamiento el aborto . Se llama aborto la interrupción del embarazo cuando el
feto todavía no puede sobrevivir fuera del seno materno.
El provocarlo
directamente es un homicidio, porque el feto es un nuevo individuo plenamente
capaz para lograr su desarrollo completo. La vida de una persona comienza con
la concepción, por eso el aborto provocado es un crimen. El Concilio Vaticano
II lo llama: «crimen abominable»(726).
Es un
asesinato de lo más cruel y cobarde , pues el asesinado es un ser inocente e
indefenso que no puede huir, ni siquiera gritar para protestar de la injusticia
que se comete con él.
67,9. No sólo
está prohibido quitarse la vida, sino también acortarla directamente, como
sucede con la eutanasia.
La eutanasia
es un acto deliberado de dar fin a la vida de una persona.
«Anticipar la
muerte, por muy cierta que sea, y por insoportable que parezca la vida, es
otorgarse un derecho que sólo a Dios pertenece. Y esto aun cuando el enfermo
consienta y lo solicite vivamente, porque ni siquiera él puede conferir un
derecho que tampoco posee, ya que no es dueño ni propietario de su cuerpo y de
su existencia».
La eutanasia
se quiere enmascarar con la etiqueta de «muerte digna», lo mismo que el aborto
asesino se quiere disimular llamándole «interrupción del embarazo»
67,15. Peca
además contra este mandamiento el que escandaliza a otro, es decir, le enseña,
le invita o le provoca a pecar; ya sea con palabras, con su ejemplo, o
haciéndole cómplice de los propios pecados.
El escándalo
es un pecado gravísimo, porque hace perder al prójimo la vida de la gracia, que
es mucho más preciosa que la vida del cuerpo.
El que
escandaliza es un asesino de almas. Se hacen culpables de escándalo los que
manipulando la opinión pública la desvían de los valores morales .
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