Primer Mandamiento
EL PRIMER MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES: AMARAS A DIOS SOBRE
TODAS LAS COSAS.
Amar a
Dios no es, precisamente, sentir cariño sensible hacia Él, como lo sentimos
hacia nuestros padres; porque a Dios no se le ve, y a las personas a quienes no
se ve es difícil tenerles cariño. Dios no obliga a eso, pues no está en nuestra
mano. Aunque hay personas que llegan a sentirlo, con la gracia de Dios. Amar a
Dios sobre todas las cosas es tenerle en aprecio supremo, es decir, estar
convencido de que Dios vale más que nadie, y por eso preferirle a todas las
cosas. Tú puedes tener mucho más cariño al cuadro que pintó tu hija, que a
cualquiera de los cuadros que se exponen en el Museo del Prado de Madrid,
aunque reconozcas que estos últimos tienen mucho más valor artístico. El amor a
Dios es apreciativo.
Tenemos
que amar a Dios porque «Él nos amó primero»(613) y debemos
corresponderle.
El amor se manifiesta en obras más que en palabras. Obras
son amores y no buenas acciones .
Amar a
Dios es obedecerle, cumplir su voluntad. No hacer mal a nadie .
Hacer
bien a todo el mundo.
Una
prueba de amor a Dios sobre todas las cosas es guardar sus mandamientos por
encima de todo . Es decir, estar dispuesto a perderlo todo antes que ofenderle.
Por lo tanto preferir a Dios siempre que haya que escoger entre obedecerle o
cometer un pecado grave. Es el caso de San Pelagio de Córdoba y de Antonio
Molle, de Santa María Goretti y Josefina Vilaseca, que se dejaron martirizar y
apuñalar antes que cometer un pecado grave.
Este
mandamiento también nos obliga a creer en todas las verdades de fe; a esperar
en Dios, confiando que nos dará las gracias necesarias para alcanzar la vida
eterna ; a adorarle solamente a Él, darle el culto debido y reverenciarle con
el cuerpo y con el alma.
Este mandamiento nos manda
adorar a Dios .
Este mandamiento
prohíbe especialmente la idolatría que consiste en adorar como a Dios a otra
cosa o persona .
Peca
contra este mandamiento quien maltrata personas, lugares o cosas consagradas a
Dios: por ejemplo, una religiosa o un cáliz. Este pecado se llama sacrilegio .
Comete también un sacrilegio quien administra o recibe en pecado grave algún
sacramento que requiere estado de gracia, lo cual es gravísimo. Por ejemplo,
quien se casa en pecado grave, o quien comulga en pecado grave.
Peca,
además, contra este mandamiento quien desconfía de la misericordia de Dios , o
confía temerariamente en su bondad, permaneciendo mucho tiempo en pecado
mortal, o el que peca más y más, precisamente porque Dios es misericordioso y
nos ha prometido el perdón; quien tiene fe en adivinos, echadores de cartas,
horóscopos, espiritistas y curanderos ; quien cree en serio cosas
supersticiosas (mala suerte del n 13, cadena de oraciones, etc.); quien niega o
duda voluntariamente de alguna verdad de fe, o ignora por culpa suya lo necesario
de la Religión.
El hombre
o es religioso o es supersticioso. Muchos que no creen en las verdades de la
Religión, luego creen en las mentiras y engaños de adivinos, brujos y
espiritistas.
No es lo
mismo parapsicología que superstición. La superstición es atribuir a cosas
creadas poderes que son exclusivos de Dios . La parapsicología trata de hechos
naturales aunque más allá de la psicología. Son fenómenos para-normales. En
cambio la superstición es atribuir resultados desproporcionados a las causas
empleadas. Todo resultado que supera a las causas naturales adecuadas es de
origen sobrenatural. «Sólo Dios conoce el futuro libre, y sólo Él puede revelar
el porvenir a sus profetas»(616) .
63,4.
Para que la duda sobre una verdad de la Religión sea pecado, es necesario que
sea voluntaria .
No es
pecado darse cuenta de que el misterio es difícil de entender, que nuestro
entendimiento no lo puede comprender, etc. Si a pesar de todo esto, se fía uno
de Dios que lo ha revelado, y cree, no sólo no hay pecado, sino que hay mérito .
En la
absoluta veracidad divina -motivo formal de la fe- no cabe error o el engaño Lo
que no se puede hacer -a pesar de la oscuridad profunda del misterio- es dudar
si será eso verdad o no. Esta duda positiva, tomando como cosa incierta lo que
Dios ha revelado, es pecado. El pecado contra la fe está en la negación o en la
duda voluntaria de aquello que se sabe que Dios ha revelado .
Esto no
se opone a la falta de claridad que podamos tener sobre una verdad de fe, ni al
deseo de esclarecerla, dentro de lo posible, sabiendo que hay misterios que
superan la inteligencia humana.
El pecado
será grave, si es una duda voluntaria, a sabiendas, de una verdad que la
Iglesia dice que hay que creer. Si la duda no es voluntaria, sino una mera
ocurrencia de las dificultades que a nuestro entendimiento se le presentan, no
hay pecado; o a lo más pecado venial, si ha habido alguna negligencia en
resistir a la tentación. Si la vacilación llega a tomar por incierto lo que es
dogma de fe, el pecado sería grave contra la fe. La fe debe extenderse a todas
las verdades reveladas por Dios y propuestas como tales por la Iglesia.
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